31 de diciembre de 2010

Cruz




Nuestra zurcida Europa se hizo bajo una cruz. 

Aunque ya nadie parece acordarse de eso, Europa se hizo en nombre de una cruz. Y al decir Europa, se dice el resto de Occidente.

Occidente: un término desprestigiado en nombre del relativismo. O del multiculturalismo, ese otro término prestigiado. Como si fuera una situación nueva. Sería bueno que explicasen cuándo el mundo dejó de ser multicultural, para que se considere una novedad propia y exclusiva del siglo XX y del XXI. Quizá les suene a novedad porque nunca leyeron sobre la ingente cantidad de pueblos que formaron la vieja Europa.  

Nuestra vieja Europa la hicieron los francos en Poitiers, al frenar la expansión musulmana que ya había pasado como una exhalación por España. Ya en las crónicas que relatan la batalla se habla de "europenses" para referirse a la alianza de francos y germanos que lucharon contra los musulmanes. Puede que el cronista quisiera referirse con el gentilicio "europense" a esa alianza. O puede que quisiera marcar la diferencia entre el mundo que quedaba al norte de los Pirineos y que mantenía la herencia de Roma en cuanto al modo de luchar y las leyes, frente al Islam que se expandía. 


La vieja Europa la hicieron los españoles en las Navas de Tolosa. Se hizo en Lepanto, también. La hicieron austriacos y españoles en Viena, en 1529. Volvieron a hacerlo en 1683. Y sí son batallas. Porque el mundo es -también- fruto de batallas. Porque Europa se hizo con batallas y contra el Islam. A pesar de que la corrección política imponga el olvido. 

Aunque esta vieja Europa acomplejada comienza a olvidarse de dónde viene, Europa se hizo bajo una cruz. 

La cruz la llevaban los cruzados en Jerusalén y Hernán Cortés en Otumba

Por supuesto que la cruz generó fanatismo, autos de fe y herejes quemados. Pero generó a San Anselmo, Santo Tomás y Guillermo de Ockham. Y también nos dio a David Hume, o a Erasmo de Rotterdam. Porque entre libros, sangre y catedrales se creó aquello que un día se llamó -sin pudor ni vergüenza- Cristiandad.  

Bajo una cruz nos hicimos. Para bien y para mal. Con luces y sombras. Nos matamos por ella, pero creamos el mundo más libre. Llámese Cristiandad, Occidente, la vieja Europa o la etiqueta menos ofensiva posible que se les antoje. No es cuestión de creencias religiosas, aunque se confunda. Se puede ser cristiano y ateo.

Por esta razón, cada vez que veo una cruz, le echo una mirada cómplice y sonrío. Y me acuerdo de dónde vengo.  



15 de diciembre de 2010

The Big Bang Theory



La Teoría del Big Bang. Qué grandiosa serie. La hacen en Estados Unidos donde saben muy bien agradar al público. Escarban en nuestros gustos y nos regalan historias que nos hacen reír, que nos emocionan y que nos hacen pensar.

No nos recuerdan lo tontos que somos por no ver sus series. No tratan de educar nuestro basto paladar. No insinúan que nos falta sesera por no halagar sus infumables bodrios. No quieren convencernos de que no sabemos lo que nos gusta.

Es una serie que habla de lo más grandioso que ha sido capaz de crear el hombre: la tecnología.

La tecnología nos ha hecho más libres. Desde la primera muesca de sílex hasta una tomografía axial computerizada; desde la brújula  hasta la vacuna contra la viruela.

Nos ha hecho más libres porque solo disfrutando de comodidades proporcionadas por la tecnología pudimos tener tiempo libre para pensar. Porque solo una tribu que dispuso de un barco que le traía el grano; de un arado que socavaba la tierra; y de un acueducto que la regaba pudo emplear tiempo en divagar y abstraer.

Es una serie que nos recuerda que el hombre es la especie que, en 60 años, pasó de crear un aeroplano a mandar un astronauta a la Luna. Que el hombre ha arrasado ciudades; pero creó alcantarillas que evitaban el cólera. Que ha asesinado en masa; pero hizo catedrales y diseñó aviones.


Es una serie que nos recuerda que la civilización es comer caliente, tener higiene; ser libre y ver envejecer a tus hijos. Y no los libros, los cuadros o la lengua.


Pero quizá lo más hermoso de la serie es la canción que sirve de introducción, que es una breve pero afilada historia de nuestra zurcida y bella humanidad. Es un precioso homenaje al coraje indestructible que hizo al hombre someter su entorno; cazar un mamut; erigir un menhir; pintar en Altamira; forjar el hierro; escribir la Iliada y descubrir América.

 

11 de diciembre de 2010

El reno innecesario


Dicen que Sarah Palin ha matado un reno a disparos. Muchos se escandalizan.

Yo supe de la noticia cuando estaba comiéndome un cuarto de cochinillo en el precioso pueblo de Burgo de Osma. La camarera nos trajo el cochinillo y lo descuartizó con suma habilidad. A cucharazos. También puede usarse un plato. 36 euros un cuarto de cochinillo, más un entrante de morcilla y un platito de alubias y garbanzos con bacalao. En total fueron 62 euros prescindibles. Mientras, el telediario mostraba a Sarah Palin matando un reno. Muchas personas de mi alrededor comían cochinillo descuartizado. Mojaban pan en el caldo e hinchaban sus carrillos de viandas. Hacían incluso bromas con el rabito carbonizado del cochinillo. Un niño jugó con el rabito enroscado y calcinado.



Les pareció repugnante que Sarah Palin matase un reno a disparos. Les pareció inhumano. Lo dijeron los mismos humanos que seguían deglutiendo el cochinillo muerto. Los huesos descarnados se quedaron sobre el plato de greda y la gente aún comentaba sobre el pobre reno muerto de Sarah Palin. Pobre reno, decían.

Nadie recitó una oda al cochinillo muerto. Tampoco hubo rezos o rituales por el alma del cochinillo muerto. El cochinillo ya comenzaba a ser pasto de las enzimas, cuando las lamentaciones por el reno de Sarah Palin seguían.

Se les escapó algún regüeldo. Hubo felicitaciones por el sublime arte con que se había cocinado el cadáver del cochinillo. Hubo petición de tarjetas del restaurante a fin de volver. Se lo recomendaré a mi cuñado y a mi primo, decían.

Los huesos del cochinillo bajaron al tarro de la basura y el reno de Sarah Palin subió a los altares. Siempre ha habido clases.

Dicen que es moral matar por necesidad, pero inmoral matar por placer. Ergo, el placer no puede involucrar la muerte de un animal. Pero yo puedo vivir sin cochinillo. Ellos podrían vivir sin cochinillo. Podríamos vivir sin matar animales. Solo con pan y agua. El cochinillo es un adorno burgués innecesario. También los coches, el agua caliente y las calefacciones. Podríamos vivir sin todas esas verrugas burguesas. No parece clara la barrera que separa el consumismo de lo necesario. Yo tiendo a pensar que todo lo que consumo es porque lo necesito. No consumo piolets de alpinista, ruedas de camión, fajas, tijeras podadoras, un Velázquez o aceleradores de partículas. La socialdemocracia repite mucho el mantra del consumismo. 

Nunca he sabido bien a qué se referían con eso, porque los propios socialdemócratas consumen mucho también. Y aunque son adalides de lo público, recurren a lo privado en cuanto pueden. Y alquilan sanidad privada, contratan pensiones privadas y mandan a sus hijos a colegios privados. Como el señor José Montilla que promovió la inmersión lingüística en catalán pero luego mandaba a sus hijas a un liceo alemán donde solo estudiaban una hora de catalán. Pero nunca dirán que su consumo es en demasía. El consumismo es siempre de otros. 

El consumismo y matar por placer señalan placeres innecesarios. Dicen que quien hace sufrir a un animal es otro animal. Por eso dicen no a los toros. El toro sufre y es mejor extinguirlo a que sufra.

O es un asunto visual. Parece que es la visión del animal muerto lo que acongoja. Es el rifle y su ruido. Como si casi percibiéramos el olor a pólvora. Y el animal que cae desangrándose con un último hálito de vida. 

La muerte ha de ser circunscrita a lugares habilitados. Los mataderos. Yo no habría sido capaz de matar el cochinillo que me comí. Seguro que ninguno de los restantes. Se nos ha roto el vínculo occidental que nos unía con quienes mataban para comer el cadáver aún caliente. Por lo tanto, parece que es un asunto de pudor. Quiero muerte en mi plato, pero no quiero matarla yo. Y si se mata por placer está mal. Los masai se beben la sangre caliente de sus animales. Y viven muchos años.




Los animales matan solamente por hambre. Eso reza el mantra ecologista. Pero no es cierto. También matan por causas que los etólogos se afanan en descubrir. Los chimpancés van a la guerra. Y luego se les quieren dar derechos humanos con el Proyecto Gran Simio. No parece muy lógico darles derechos humanos. Ya que los simios no son humanos y no tienen deberes ni responsabilidades. Un simio no puede ir a la cárcel por matar. Aunque, si admitimos que van a la guerra, podríamos admitir que la guerra los humaniza y que deberían tener derechos humanos o simiescos.

Un león ingrato mató a la naturalista que tanto hizo por defender a los leones. A pesar de la humanización de los animales, los animales matan. Y muchos animales matan a sus crías, solamente para evitar la competencia. Es decir: se prueba que los animales matan y no solamente por hambre.

Parece que el rechazo también proviene del dolor de los animales. El humano siente empatía –se conmueve ante sentimientos ajenos- y cree que el reno o el toro son criaturas débiles maltratadas por la maldad humana. Y que sienten dolor.

El dolor se ha convertido en asunto moral. El dolor es una respuesta física a una posible amenaza. Yo quito la mano del fuego porque siento dolor. El dolor me avisa. Pero si me anestesian, no sentiré dolor. Si estoy civilizado, también quitaré la mano. No queda claro si los animales sienten dolor. El toro vuelve y embiste a pesar del puyazo del picador. Dirán que el instinto vence su dolor. O quizá el toro no percibe el mundo como nosotros y considera que la vida es ser toro. Y el toro embiste.



Parece que el dolor no nos quita la condición de humanos. Quienes están en contra de la pena de muerte no consideran que anestesiar al condenado antes de matarlo sea bastante. Y si me cortan un miembro, sigo sintiendo dolor aunque no lo tenga. Es lo que se llama el miembro fantasma. Esto lo ha estudiado el neurólogo Ramachandran, quien también dice que muchos animales no sienten dolor. O no sienten dolor humano.

Si el dolor es la causa básica, bastaría con anestesiar al reno y al toro para que su caza y su lidia fueran aceptables. Podríamos tener lidia con toros intervenidos neurológicamente. Y un reno instruido en que morirá igual, aunque no lo mate Sarah Palin.

Parece que lo obsceno es la retransmisión de la muerte. Que un comentarista narre la muerte, como si narrase un partido de fútbol. Que se contemple la muerte y que haya quien disfrute con ello. Parece que la raíz es que hay humanos que se llenan de cólera cuando ven a otros humanos no escandalizarse con la lidia o la caza. Porque lo natural es conmoverse con el sufrimiento del animal que no ha sido muerto en el lugar circunscrito. El matadero. Lo normal y natural. Igual de natural y normal que creer en Dios en el siglo XVI.  


8 de diciembre de 2010

Wikileaks


El sitio web Wikileaks ha dado a conocer gran cantidad de documentos. Lo cual ha sido acogido con gran alborozo por el periodismo socialdemócrata que los ha publicado.

Hay ciertos aspectos que deberían hacer pensar al periodista.

Los documentos de Wikileaks son el triunfo de la descontextualización: se publica el documento 002; pero nada se dice del documento 001 y del 003. Quizá el documento 001 y el 003 refuten o maticen lo que dice el documento 002. Pero el periodismo elige obviar ese agravante y se contenta con darle crédito a la descontextualización.

Los documentos de Wikileaks son un gol en la escuadra del periodismo porque no pasan filtro, ni juicio crítico. El mismo periodista que verifica y contrasta los datos y las fuentes, cuando se trata de una noticia de las llamadas normales, acoge, rebota y acepta como ciertos sin discusión los documentos de Wikileaks.

Un hecho no se convierte en cierto solamente porque venga con la etiqueta de secreto. Lo secreto también puede ser falso. Puede haber motivaciones mezquinas que distorsionen y falseen el hecho. No es lo mismo lo verosímil -lo que tiene aspectos de ser cierto- que lo veraz -lo cierto-. 

Se ha dicho que Julian Assange tiene acusaciones de acoso sexual. Si así fuera, eso no invalidaría la veracidad de los documentos que publica. Un canalla puede decir la verdad. El caso del GAL se construyó sobre declaraciones de un canalla: el subcomisario Amedo.

Pero tampoco hay que incurrir en el error opuesto: afirmar que se persigue a Julian Assange por sus filtraciones. Como si Julian Assange fuera un mártir cristiano perseguido por revelar la verdad. A la socialdemocracia le gusta presentar a sus héroes como mártires cristianos. Aunque sigue presumiendo de su laicismo, la socialdemocracia recurre a la simbología cristiana para que sus héroes se libren de la justicia de los hombres.

Cuestión similar aconteció cuando el exdirector de Greenpeace en España, Juan López de Ugalde, fue detenido en Dinamarca por entrar sin acreditación en una reunión en la que había jefes de Estado. El propio Juan López de Ugalde se definió como preso político. Esto es un craso error. En las democracias no hay presos políticos. Solo personas que transgreden las leyes existentes. No se le detuvo por su ideología, sino por querer entrar a una reunión de jefes de Estado sin acreditación.



Pero el señor López de Ugalde incurre en el error de creer que sus acciones y sus fines están más allá de la justicia de los hombres. La socialdemocracia está convencida de que sus fines son tan altos que escapan a la comprensión y la justicia humana. La socialdemocracia presenta, una y otra vez, rasgos religiosos. Al igual que Dios, sus acciones no están hechas para ser comprendidas por el hombre. Son mártires casi cristianos. Como el martirio de San Felipe que pintó Ribera.  



De todos modos, hay mucho ruido y pocas nueces en los documentos de Wikileaks. Que si Berlusconi se va de fiesta; que si Gadafi usa bótox. Menudos noticiones para la política internacional.

Hay libros como “Por tierra, mar y aire” de Robert  Kaplan que hablan de asuntos más jugosos que los documentos de Wikileaks. Que hablan de submarinos estadounidenses disparando torpedos a submarinos chinos en estos días de hoy en que, supuestamente, no hay guerra.

Siempre es más fácil leer un titular de prensa que un libro de 640 páginas. O quizá sea el amor por el chisme. Quizá nos llame más la atención el cotilleo filtrado; la hablilla que se cuela. La murmuración sigilosa.

Lo preocupante es el amor del periodismo por el cotilleo sin filtrar.


La razón principal de la existencia de Wikileaks es el antiamericanismo. Nada que objetar. Pero también quisiéramos saber los secretos de Cuba, Rusia o China. Que seguro que son bien jugosos. 

30 de noviembre de 2010

Gansada



Se ha muerto Leslie Nielsen. El diario El Mundo dice que hacía gansadas. Como si eso fuera malo.

Grandes momentos me dio Leslie Nielsen. Sobre todo como el teniente Frank Debrin en “Agárralo como Puedas”. Es legendario ese comienzo en que le quita la mancha del cráneo a Gorbachov.


Leslie Nielsen hacía reír y, ante la crítica sesuda que orgasma ante las películas aburridas, eso es una cuestión muy vulgar. Puede que sea por la carencia de adjetivos.

Un crítico puede desplegar toda su pluma arrolladora con una tragedia. Puede decir que el actor se envolvió en la piel del personaje, lo absorbió y luego lo escupió sin dejar de moldearlo. Puede decir que el actor se metió en la hondura de la parte más gris del ser humano y que rascó hasta arrancar el pus y la bilis de la oscuridad del alma. O cualquier otra frase hueca similar. Al crítico le excitan las aliteraciones (repetición de sonidos similares). No está diciendo nada, pero quien la lee se siente culto porque encuentra frases con palabras poco usuales y con alguna subordinada. Quien lee se queda un rato meditando y deduce que, si la crítica lo hace pensar, la película será una obra maestra que lo teletransportará al olimpo donde cultas huríes le escanciarán ambrosía literaria. Allí donde habitan los que ven buen cine. El que aburre. Y sentirá la conmiseración minusválida por quienes no ven ese cine tan bueno.

Pero, en cambio, con una comedia no está a gusto. No puede decir que el actor hurga en los rincones más sombríos del alma. Una comedia apenas admite adjetivos. Un crítico es un tío serio. No se ríe. El crítico tiene como misión celestial dirigir a las masas en lo que deben ver. ¿Qué va a decir él de una película donde toda la sala se reía? El crítico se siente muy vulgar y siente la rauda necesidad de alejarse de semejante dosis de populacho. Dirá que la película entretiene; que es de consumo masivo; que cumple su función. Masivo: la masa es mala. La masa no sabe lo que le gusta. La masa solo es sabia cuando vota y elige a su culto caudillo que es gran amigo de actores serios.  

A lo mejor el crítico sonrió y quizá se murió de risa, pero jamás lo admitirá delante de los mortales. Como mucho lo reconocerá en sus memorias que nadie leerá.

Las gansadas al crítico le parecen reprobables. Hacer reír le parece reprobable. Seguro que muchos de nosotros tenemos un amigo ganso que nos alegra la vida; al que lo llenamos de abrazos cuando nos mete la alegría en el cuerpo y nos esfuma las inmundicias. Ese amigo al que deseamos ver y que derrumba las reuniones cuando anuncia a última hora que no podrá venir. Las quedadas no son lo mismo sin él. Se le echa de menos por las gansadas. Y porque la gente que hace reír suele tener un corazón noble que engancha. Pero también por las gansadas. ¿Por qué no es culto reírse? ¿Por qué la comedia no es digna de admiración?

Dicen los paleontólogos que uno de los rasgos que iban diferenciando a los homínidos más avanzados era la risa. Hay animales que ríen pero nunca entenderían un chiste porque su inteligencia es limitada ya que carecen de imaginación. No pueden abstraer del mundo más que lo que ven. Un pájaro construirá un nido durante milenios sin que jamás se le ocurra construirle un techo. No tienen imaginación. Y no se entienden los chistes sin imaginación humana. A un animal no se le podría contar un chiste. Jamás lo entendería, aunque entendiese nuestra lengua. No le podríamos decir que los perros en Argentina dicen "este...guau". Porque para un animal o para un neandertal, un perro solo ladra. Pero a un crítico serio e ilustre -con desdén neandertaliano- no le gusta la risa.

Descanse en paz, señor Nielsen. Me seguiré riendo con sus películas. A pesar de la crítica. 

27 de noviembre de 2010

El retablo de las maravillas


Cervantes publicó en 1615 unos entremeses. Los entremeses eran unas obritas breves que se ponían en escena, en medio de los descansos de las obras principales. Era como un descanso mientras la gente aprovechaba para ir al baño o comer. El teatro en el Siglo de Oro era una actividad ruidosa. Nada que ver con lo que es hoy: donde la gente guarda un silencio sepulcral. El teatro era parecido al fútbol, porque se gritaba, se arrojaban verduras al escenario, se comía y se bebía. Todo lo que era un día en el teatro lo contó Juan de Zabaleta en su obra “El día de fiesta por la mañana y por la tarde”. El teatro del Siglo de Oro era un lugar ruidoso con gente que iba a lucir sus mejores galas y con otros que iban a sacarse unas perras gordas a costa de quienes tenían dinero. Uno de los oficios que podían ejercerse era el de aguador. Como el que retrató Velázquez. Estos aguadores vendían agua o aloja que era como un agua mezclada con especias, miel y –a veces- vino.


Decíamos que Cervantes publicó unos entremeses, cuando ya se había hecho famoso por su Quijote. El Quijote había sido lanzado en 1605 y se había convertido en un éxito. Se leía mucho. A pesar de que el pobre Cervantes haya sido secuestrado y abducido por los intelectualoides, a Cervantes en su época lo leía mucha gente. Era un autor parecido a lo que hoy en España podrían significar Carlos Ruiz Zafón o Julia Navarro. Aunque los aburridos filólogos se empeñen en hacernos creer que Cervantes era un tío insufrible e intragable como Roberto Bolaño, lo cierto es que Cervantes era un escritor que se hizo muy famoso por vender libros y no por lo que dijera la crítica. Un ejemplo es que los personajes de don Quijote y Sancho eran elegidos cuando uno se disfrazaba en los carnavales. Es decir: los conocía mucha gente. Al igual que hoy se haría con Spiderman o Bin-Laden.  

Quizá porque Cervantes era famoso o porque le dio la gana, publicó en 1615 unos Entremeses. Era chocante pues los Entremeses se consideraban obras de baja estofa. Como si a Pérez Reverte le diera por escribir obras al estilo de Corín Tellado, más o menos. Uno de los entremeses que Cervantes escribió se llamaba “El Retablo de las Maravillas”. Un retablo era un pequeño teatro de títeres. Como los que se pueden ver hoy en el parque del Retiro.  

En este entremés, Cervantes retoma un cuentecillo folclórico que llevaba siglos conociéndose por Europa. La versión más conocida de este cuento la escribió Hans Christian Andersen con “El traje nuevo del emperador”. Muchos años antes, en el siglo XIV, el infante don Juan Manuel había escrito el Conde Lucanor y en el ejemplo XXXII recogió el mismo cuento. Quizá Andersen conoció el cuento del Conde Lucanor a través de alguna traducción. O por el personaje folclórico de los Países Bajos llamado Till Eulenspiegel. Es un viejo recurso conocido como “el engaño a los ojos”.  

Pero Cervantes –viejo zorro- convierte el cuentecillo en una sátira de la sociedad de su época.


El argumento es sencillo. Dos caraduras (El Chanfalla y La Chirinos) y un secuaz (Rabelín) llegan a un pueblo castellano para estafar a sus habitantes. Los quieren engañar con una argucia singular: les harán una función con un teatro de títeres; pero la obra solo podrá ser vista por aquellos que tengan la sangre limpia de cualquier contaminación morisca o judía. Es decir: no representarán nada. No se verá nada.

¿Pero quién osaría decir que no había obra alguna,  si solo los que tienen la sangre limpia pueden verla? La elección de que el centro de la trama sea un teatro de títeres no es casual. Los estafadores moverán unos inexistentes títeres, pero, en realidad, los espectadores que afirman verlos son los títeres movidos por los hilos de El Chanfalla y La Chirinos. La jugarreta de Cervantes es genial: convierte al espectador en un títere a quien su propia estupidez esclaviza.   

Chanfalla les dice que el retablo lo hizo el sabio Tontonelo, natural de Tontonela, y que era de largas barbas. Riéndose de la creencia de que uno era sabio porque tenía las barbas largas. Además, otro de los personajes dice que él podrá ver el retablo porque “cuatro dedos de enjundia de cristiano viejo tengo sobre los cuatro costados de mi linaje”. Es decir: que nadie le ganaba a ser cristiano de rancio abolengo. ¿Quién no conoce a algún personaje que presume constantemente de su feminismo, de su ecologismo y de su antirracismo? Todos comienzan a presumir de ser cristianos viejos con ese ardor fantoche del que tanto hacemos gala los españoles: siempre fanfarrones y bravucones.



La representación comienza, siendo Chanfalla el maestro de ceremonias. Naturalmente, no se ve nada, pero nadie se queja. No sea que lo tachen de morisco o judío. La supuesta acción se va volviendo trepidante y todos se van contagiando y sintiendo miedo. Es un caso de alucinación colectiva como cuando Orson Welles hizo creer que habían llegado los marcianos. En un momento dado, el gobernador duda de que aquello exista, porque no ve nada. Pero se calla y dice “al fin habré de decir que lo veo por la negra honrilla”. Y el desbarajuste es de tal alcance que todos son presa de la alucinación. Incluso uno de ellos baila con una doncella que no existe.

El elemento lúcido y cuerdo es un furriel –como un sargento de la época- que viene a pedir alojamiento para unas decenas de soldados. El furriel se da cuenta del estado de demencia en que se encuentran todos por el influjo de la obra y exclama: “¿Esta loca esta gente? ¿Qué diablos de doncella es ésta? ¿Y qué baile? ¿Y qué Tontonelo?” Entonces, uno de ellos –inflado de ideología dominante- grita: “De ellos es, de ellos es el señor furriel”. Como diciendo que el furriel tiene la sangre sucia. El furriel se crispa y se bate a cuchilladas con todos. La representación termina como el rosario de la aurora. El entremés concluye con Chanfalla diciendo que la magia de su obra ha quedado demostrada y es totalmente ajeno a que el pueblo se enzarce a cuchilladas con el furriel.

No es casual, tampoco, que el elemento lúcido sea un soldado. Cervantes fue soldado y siempre estuvo muy orgulloso de ello. Estuvo en Lepanto y 5 años preso en una cárcel de Argel. Cervantes había vivido mucho y tenía la visión desencantada de quien está de vuelta de todo. Estuvo en la cárcel. Se le quedó una mano inútil por un arcabuzazo en Lepanto. Hasta que publicó El Quijote malvivió como pudo. Conocía la mediocridad de sus gobernantes y la estupidez de una sociedad pobre, que se afanaba en vivir de sus glorias pasadas. Cervantes publica sus Entremeses con 67 años. Moriría al año siguiente. 

Pero lo extraordinario de su obra es aplicarla al presente. ¿Cuántos gobernantes insisten en ver algo en el retablo a pesar de que solo hay aire? ¿Cuántos canallas conocemos que se den cuenta de que el retablo está vacío y, aun así, se callan y esconden la cabeza? ¿Cuántos miserables cobardes cierran la boca para no sentirse social o políticamente menospreciados? Si Cervantes levantara la cabeza…


25 de noviembre de 2010

Fértiles custodias



La ministra de Sanidad, Leire Pajín, ha dicho que pretende modificar el Código Civil para retirar la custodia de los hijos a los hombres que se encuentren involucrados o acusados de cualquier delito de violencia de género (o machista o doméstica) como el de amenazas y no sólo a quienes ya han sido condenados.

Ensañarse judicialmente con un segmento de población suele traer como consecuencia que se dan beneficios y redenciones a otros segmentos con menos atención en titulares y boletines de prensa. Quizá se haga inadvertidamente y sin intención de favorecer a nadie en concreto. Pero a veces las comparaciones pueden ser odiosas.

Los etarras Fernando García Jodrá y Nerea Bengoa Ziarsolo han recibido un tratamiento de fertilidad, pagado con el dinero público, y no parece que haya visos de quitarles a su hijo cuando nazca. No sería inverosímil pensar que los padres darán a su hijo una imagen muy personal de por qué se hallan en la cárcel. Y tampoco nadie se preocupa de qué delirios ideológicos podrán inculcar en el niño. Al parecer, el tratamiento costará unos 6.000 euros a la Sanidad Andaluza.

Jaione Intxaurraga fue condenada por colaboración con ETA y se le permitió salir de la cárcel, para ir a Francia donde quería cruzar su perra con otro perro. Otra etarra, Elena Beloki fue autorizada a salir de la cárcel para someterse a un tratamiento de fertilidad.

Es conmovedora la determinación que tienen de concebir vidas nuevas: ya sea por cruces inducidos o por fertilidad anónima o conocida.

Los caminos de los etarras son inescrutables. Como les ocurrió a  Jon Rosales y Adur Aristegi que no pudieron resistirse al encanto de colgar su foto en Facebook con la camiseta de la selección española.


La señora Pajín confunde cónyuge con "cónyugue" (sic)




24 de noviembre de 2010

Inmaterial



El carácter mítico e irracional de la UNESCO ha quedado demostrado con la designación del flamenco y los castells catalanes como patrimonio inmaterial de la Humanidad

Ya solo el hecho de clasificarlos en una categoría que es inmaterial dice mucho de la irracionalidad de la UNESCO y sus modos de categorización. ¿Inmaterial? Es lógico que también sea la UNESCO el organismo que protege las lenguas como si fueran seres vivos. Como si el español, el chino o el árabe fueran especies vivas al igual que un cachalote, un feto humano o una musaraña. Suelen aducir que con las lenguas se hicieron obras de gran belleza como La Divina Comedia. No reparan en que las lenguas no existen sin las personas y que son las personas quienes fabrican belleza con una lengua y no al revés. Si protegemos la lengua con que se hizo La Divina Comedia, deberíamos proteger el cincel y el martillo con que Miguel Ángel hizo La Piedad.

También es preocupante que la Humanidad sea incapaz de percibir la belleza o lo atractivo de una piedra o de un valle por sí misma y que necesite de la firma de un grupo de burócratas. Es curiosa esa necesidad que tienen tantos humanos de ver su realidad tutelada por las burocracias. Como si el hombre no se hubiera dado cuenta de la hermosura de un verso; o de la belleza de un canto antes de que se inventase la UNESCO. Pero parece que la Humanidad gusta de ser custodiada; y que un papel rubricado por un oficinista le hace sentirse mejor y más importante, porque se reconoce lo “suyo”. Un reconocimiento que tanto nos gusta en España donde siempre exaltamos la aldea. La nuestra. Nuestra aldea. Que es siempre mejor que la otra aldea de al lado.

La Humanidad –sobre todo la europea- vive pendiente de que las burocracias le den el visto bueno. Si falta trabajo, se mira hacia el Estado y se le reza al Estado para que haya trabajo. En un país como España se ve al Estado como un Dios laico. El Estado nos lo dio, el Estado nos lo quitó. Con andar resignado, el español acepta que el Estado le sustraiga, le dé una limosna y le mantenga a la espera del maná que viene del cielo y del Estado. Es normal que el mismo que espera que el Estado le resuelva sus problemas esté deseoso de que la UNESCO le confirme que su creación es buena. La UNESCO unge –como antiguamente el Papa- la frente de la cosa elegida y la autoriza a entrar en el olimpo de los selectos.

Las lenguas existían y servían para insultar, amar y reír mucho antes de que los burócratas decidieran proteger lo que nunca antes había sido protegido. Por el sencillo motivo de que son los seres humanos quienes insultan, aman y ríen. Pues fue el hombre quien hizo la Catedral de León, o la de Peterborough donde está enterrada Catalina de Aragón.

Pero fueron individuos quienes soñaron con emular a su dios e hicieron acueductos, catedrales, cuadros, esculturas, libros, Internet, aviones y satélites. El ser humano está tan cómodo en el regazo de las burocracias que se olvida de que fue el individuo –y no el Estado o la UNESCO- quien lo hizo conquistar la sabana, derrotar a los Neandertales; forjar el hierro y descubrir la vacuna contra la viruela. Es el individuo –ya sea codicioso, hambriento o soberbio- quien tira del carro de la Humanidad. Y no los acomodados burócratas. Pero el individuo ha pasado de delegar en Dios a delegar en el Estado o la UNESCO.   

Como si el individuo renegase de sus logros y pareciera un tembloroso acobardado cuya existencia fuera imposible sin las burocracias. Las crisis nos recuerdan que el individuo siempre salió adelante, a pesar de los obstáculos que se encontró, cuando no había burocracias que lo guiasen por la inmensidad del universo.

Las clasificaciones que da la UNESCO serían inocentes si no fueran tan peligrosas. Las prebendas que otorga la UNESCO son dañinas y purulentas para quienes las reciben porque unifican, degradan y anulan. La UNESCO es un claro exponente del relativismo cultural: ese dogma/creencia/mantra/muletilla de que el bien y el mal ya no existen. Y como el mal y el bien ya no existen, tampoco se discierne entre lo bueno y lo malo. El relativismo es otra de las aspirinas que tiene Occidente para no verse obligado a presumir de su superioridad. Como Occidente se avergüenza de haber creado el mundo más libre y avanzado, se acurruca, se tapa  y clama -desde debajo de la manta- que una teocracia es comprensible, porque es otra cultura. He ahí el vocablo brujo: cultura. Cualquier estupidez se disculpa, si se hace en nombre de la cultura. Como la caca enlatada de Piero Manzoni; o las multas lingüísticas que pone la Generalitat; o que se obligue a los hoteles catalanes a servir desayunos catalanes. Todo en nombre de la cultura.

Lo malo del relativismo es que concluye significando que vale lo mismo Darwin que Jehová. Hemos arrinconado al dios cristiano hasta el k.o, para cebar a un Alá gordo y hermoso.

El relativismo tiene la sesera tan hueca que afirma que vale lo mismo los dedos de Paco de Lucía que 20 señores trepando uno sobre otro. La complejidad del flamenco y, por ende, de Paco de Lucía puede entenderse mejor con la labor de su luthier. El relativismo dice que es lo mismo esto:


…que esto


Como tampoco es lo mismo esto:


…que esto




22 de noviembre de 2010

La indiferencia de los haitianos


La foto fue portada del New York Times el 10 de julio de 2001. La hizo el fotógrafo español Javier Bauluz y la tituló “Pareja en la playa con cadáver”. La fotografía también se título en muchos medios “La indiferencia de Occidente”. La foto ganó el Premio Pulitzer.


La foto no quería mostrar, sino que quería educar y aleccionar. Quien la hizo pensó en que quería obtener una respuesta condicionada por parte de quien observase la foto. No había un afán de contar lo que pasaba, sino de fabricar una realidad inexistente.

Quien sabe algo de fotografía conoce que la elección de una lente/objetivo influye en el resultado de la fotografía. Un gran angular relativiza las distancias entre los elementos que componen la foto y amplía el ángulo de visión. Por su parte, un teleobjetivo consigue el efecto contrario: comprime las distancias de los elementos. La foto del premio Pulitzer está hecha con un teleobjetivo. Se ve en la proporción de las distancias. El fotógrafo escogió el teleobjetivo para acortar la distancia y para hacer creer que la pareja estaba más cerca del inmigrante muerto de lo que realmente estaba. El fotógrafo inventó una foto para ilustrar su odio a Occidente.



La fotografía no quiso mostrar a la Guardia Civil, ni a los cuerpos sanitarios que se desplazaron. La siguiente foto –hecha desde el ángulo contrario- muestra a la Guardia Civil, a policías de paisano, a periodistas y a curiosos. El protocolo que se sigue en estos casos es siempre el mismo y, en esta ocasión, funcionó como funciona otras veces. Pero el fotógrafo no quería mostrar eso, sino que quería enseñarle al mundo que Occidente es un organismo pútrido, despiadado y vil que no merece respeto.

Varios periódicos regionales mostraron fotos de ambulancias, médicos y jueces de guardia, que se tomaron ese mismo día. Pero el mundo occidental siempre está dispuesto a flagelarse y recrearse en su masoquismo. De manera que solo escogió la foto que mejor ejemplificaba su propia y repugnante conducta. Porque la culpa es inseparable de Occidente. Un occidental no es moderno ni avanzado si no se siente culpable. Nunca nadie habló de la “indiferencia del fotógrafo” que sacó su cámara y montó tranquilamente el teleobjetivo. El fotógrafo tampoco interrumpió su labor y tampoco corrió a abrazarse entre lágrimas al cadáver. Que quizá es lo que el fotógrafo hubiera querido que esa pareja hiciese. Pero el fotógrafo de la prensa socialdemócrata no fue puesto en entredicho porque sus acciones no violaron ninguna creencia socialdemócrata. La socialdemocracia es sabedora de su superioridad moral y por eso, cuando sus fotógrafos siguen haciendo tranquilamente su trabajo, no han de responder ante nadie. Puede que por eso se retoquen tantas fotos.

Las siguientes fotos se publicaron por la epidemia de cólera que arrasa Haiti. Nadie las tituló como “La indiferencia de los haitianos” a pesar de que la indiferencia es bastante evidente. Podríamos decir que la gente se resigna ante tanta miseria y que termina por habituarse a la muerte. Sea como fuere, nadie habló de la “indiferencia de los haitianos”. Acaso porque a un occidental nunca se le ocurriría exigirle a un tercermundista ninguna responsabilidad. Solo el occidental responde de sus actos. 


El habitante del Tercer Mundo goza de una moratoria que le permite no responder de sus actos ni ser puesto en tela de juicio. El occidental bastante ocupado está ya sintiéndose culpable. Sigue sin quedar claro por qué no se le exige la misma responsabilidad de sus actos a un señor de Haití que a un señor de Almería. A no ser que sea porque, en el fondo, se les ve como minusválidos. Y no se le puede exigir responsabilidad a un minusválido. Quizá porque no son responsables, tampoco son libres.



Aunque nunca nadie habla de qué le pasaría a un occidental muerto en una playa del Tercer Mundo. 

12 de noviembre de 2010

Rabia y esperanza



Las elecciones de Estados Unidos suscitan pasiones. La mayoría aprieta el puño como si quisiera votar en lugar del ignorante yanqui. El estadounidense es visto como un tonto fanático hiperreligioso que no repara en la añeja sabiduría europea. A Estados Unidos le importa poco lo que pasa en Europa y nada cuanto sucede en España. Es la actitud normal que se tiene hacia una provincia. Tampoco en España se sabe lo que acontece en Senegal o Bangladesh. El español se ofende. El mismo español que no sabe quién fue Thomas Jefferson, Carl Sagan o Leland Stanford.

El periodismo es fuertemente socialdemócrata también en Estados Unidos. La portada de la revista Time es una prueba. Bajo la foto se puede leer “How a new breed of republicans tapped into voter rage…” que podría traducirse pedestremente como “…una nueva estirpe de republicanos se aprovechó de la rabia del votante…” Rabia. Cuando el votante vota republicano, vota por rabia. Si tenemos en cuenta que el nombre de Obama se asoció sin parar a la esperanza, percibimos de forma clara quiénes son los buenos y los malos. Obama es la esperanza y los republicanos la rabia. El demócrata es la persona de corazón puro y sincero que aporta esperanza. El republicano es el perro rabioso que segrega bilis. Este enlace de Weekly Standard habla de eso. Se titula “Republican Rage” es decir “la rabia republicana”. Presentar al contrario como un dóberman rabioso es un recurso conocido en España.

En cambio, Obama fue publicitado como Esperanza. El afiche con Obama mirando hacia el infinito con el lema “Hope” dio la vuelta al mundo. Pocas veces se han hecho fotos tan celestiales y que tanto insistían en la imagen mesiánica del candidato Obama. La socialdemocracia gusta de sustituir los mitos religiosos por sus propios mitos. Tienen la misma e irracional retórica. El mito de la bondad innata del ser humano es tan indemostrable como la existencia de Dios. Pero insisten.



Insistieron en que Obama era medio negro, aunque, en realidad, también es medio blanco. Pero se tomó su negrura como un valor añadido. Se dijo que el ser negro era un hecho positivo. Como si el ser blanco fuera un beneficio en sí mismo. No obstante, la melanina de Obama jugó a su favor.

El republicano es un doberman rabioso y blanco. Y Obama es negro y esperanza.  

5 de febrero de 2010

Breakfast in America

“Breakfast in America” era un disco muy bueno de un grupo de los 70 llamado Supertramp.

El señor presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, viajó a Estados Unidos a tomar desayuno en América y hubo de excusar su presencia en otros acontecimientos como el entierro del soldado español muerto en Afganistán,
John Felipe Romero Meneses. Ay, Afganistán: esa guerra que sigue sin ser guerra y en la que han muerto 92 soldados. Al menos la madre de John Felipe no ha llamado “criminal de guerra” al presidente Zapatero. Como sí le ocurrió a Tony Blair a quien lo insultaron recientemente. Aun comprendiendo el lógico dolor de sus deudos, no deja de resultar sorprendente el hecho de que los familiares de un soldado monten en cólera porque muera en una guerra. A pesar del rumor de que los ejércitos son ONGs, no es cierto. Los soldados van a matar o a que los maten. Y las guerras siguen siendo traicioneras, repulsivas, irracionales y, a veces, necesarias guerras. Porque, me temo, aunque seamos buenistas y pacifistas, que la libertad no es gratuita, por mucho que nos insistan. La libertad no viene caída del cielo como el maná.

Y el señor Zapatero asistió con el señor Obama al
Desayuno de la Oración Nacional. Andaba toda España revolucionada con el acontecimiento y algunos medios tildaron al señor Zapatero de “invitado estrella internacional”. Por eso esperaba leer su nombre en la noticia que el New York Times le dedicaba al rezo, pero no fue así. No deben de considerar muy relevante a nuestro señor presidente.

La noticia trata sobre los vínculos que existen entre políticos de Uganda que aseguran que a los homosexuales hay que aplicarles la pena de muerte y el grupo conservador que organizaba el acto:
The Fellowship Foundation. Al parecer los vínculos entre políticos ugandeses y este grupo conservador vienen de hace ya tiempo. Para más inri, en el desayuno estuvo el político ugandés que defiende la pena de muerte para los homosexuales: David Bahati.

Si es que el señor Zapatero no gana para disgustos. No solo le hacen rezar y leer la Biblia, sino que lo sientan al lado de un tipejo que quiere asesinar homosexuales. Él: que es paladín de laicos y gays. Quién sabe si el señor Zapatero se lo tomó como un desafío e intentó seducirlo con su Alianza de Civilizaciones. No le salió muy bien
el desayuno en América.



29 de enero de 2010

Periodismo progresista








El periodismo progresista siempre tiende a disculpar al asesino. Quizá la razón básica es que sigue convencido de aquella ocurrencia de Rousseau de que el individuo es irresponsable de sus actos y sólo es víctima de su entorno y la sociedad. Parece imposible que un hombre libre pueda serlo y a la vez ser irresponsable de sus actos, pero para el progresismo es posible.

El 17 de mayo de 2003, una chica de 16 años llamada Sandra Palo que era deficiente mental –lo que en la calle es una retrasada mental-
fue violada, atropellada y asesinada por 4 personas. 3 eran menores y uno era mayor de edad. Sandra Palo fue violada por los 4 amigos. Más tarde la atropellaron con un coche repetidas veces, sujetada por dos de los delincuentes, hasta romperle las piernas por varios sitios. Uno de ellos,antes de que lo detuvieran, se jactaba delante de sus amigos de cómo le impresionaba el ruido que hacían los huesos al romperse cuando pasaba por encima de Sandra con el coche.
La dejaron agonizando y fueron tranquilamente a comprar gasolina. Volvieron, la rociaron con la gasolina adquirida y la quemaron viva.

Uno de los autores apodado El Rafita pasó unos años en un centro de menores y ya ha salido en libertad porque las leyes en España no permiten una condena mayor para un menor. Ahora se encuentra en libertad vigilada: una situación que le obliga a presentarse cada cierto tiempo en comisaría y a recibir la visita de asistentes sociales. A pesar de sus antecedentes, El Rafita sigue delinquiendo y hace unos días fue detenido en Madrid al ser sorprendido
robando un coche. El juez lo dejó en libertad con cargos a las pocas horas.

La cadena de televisión Tele 5 le hizo una
vergonzosa entrevista propia del periodismo progresista en la que la víctima queda diluida en un nombre y el delincuente es presentado como una víctima de su entorno y las malas compañías.

En el primer párrafo ya se lee: “desde que se convirtió en 'Rafita', aquel niño de 14 años que participó en el asesinato de Sandra Palo, el 17 de mayo de 2003” El progresismo siempre juega con las denominaciones. Cuando una niña puede abortar en España con 16 años es una mujer. Cuando se habló de las prostitutas de 18 años de Berlusconi eran niñas.

Luego describe el ambiente de la casa: “Sentado en un sofá raído de una habitación de paredes desconchadas, mientras su familia esperaba en el salón. Una casa atestada de niños, primos, sobrinos, con el barullo de fondo de un hogar desestructurado” Repárese en el tono condescendiente hacia el delincuente. Está sentado, plácido y tranquilo con la paz de quien es dueño de sus actos. Y cómo no: el hogar desestructurado. Siempre el ambiente: el maldito ambiente. El cruel ambiente que llevó a esta víctima a violar, atropellar y carbonizar.

Y sigue: “Rafita me cuenta cómo han sido estos 7 años, el acoso de los medios, el horror de aquel día, y su futuro”. El Rafita no es El Rafita ya, sino Rafita. Al quitarle el determinante se gana en ternura y corrección. Ya no es un violador sino un chavalito travieso. Más tarde es el “acoso de los medios” no habla de revuelo informativo o de presión de los periodistas. No. Es acoso a la pobre víctima por parte de desalmados informadores que no tienen la dulzura de la periodista de Tele 5. Y por último es el “horror de aquel día”. Se le olvida decir a la periodista que el horror lo causó él. Pero al despersonalizarlo con “el horror”, el delincuente queda perdonado y eximido de sus pequeñas travesuras.

Y sigue: “En su habitación hay dos cuadros pintados por él, uno dedicado a su madre, Manuela y el otro un óleo con letras árabes, dice que le costó mucho”. La periodista vincula al delincuente con el sagrado mundo de la cultura. Puesto que pinta, ya podemos percibir claramente que es un artista maltratado por el mundo. Ni siquiera hay un juicio acerca de lo malo que puede ser el cuadro o si lo trazado denota una mentalidad asesina. No. Solo el valor de lo artístico y el fruto de su enorme esfuerzo porque “le costó mucho”.

Y le preguntan: “¿Te sientes acosado? Pobre Rafita, víctima de la iniquidad y la crueldad de los periodistas sin entrañas. La periodista emplea los mismos términos que si hablase del acoso periodístico a la duquesa de Alba. Pues todos sabemos que la pobre duquesa Cayetana en sus ratos libres viola, atropella y carboniza.

Y le preguntan: “¿Qué planes de futuro tienes?” La periodista desvela su dominio absoluto de la lengua española. No se entiende que un plan pueda ser otra cosa que de futuro. Sería extraño tener un plan de pasado.

Y le preguntan: “¿Crees que funciona la reinserción en este país?”La periodista no quiere decir España y dice “este país”. Y le pregunta al delincuente que ya está libre y que ya ha cumplido su condena, si la justicia reintegra en sociedad. ¿Se imagina alguien esta pregunta a un etarra convicto? Las entrevistas masaje donde las preguntas son suaves e inducen a la respuesta aún más azucarada están bien para un político pero no para un delincuente.

Y le preguntan: ¿Cómo pudiste acabar con ellos aquella noche? La periodista realmente quiere decir. Ay Cosita Guapa. Dime cómo acabaste tú que eres un cielo, con esa gentuza fea que te llevó por el mal camino y cuya mala influencia luchaste denodadamente por evitar. Ay mi Cosa Guapa. Pichurrín.
Incluso el presentador Pedro Piqueras dijo algo así como "la madre no parece muy inclinada a perdonar". Como criticando la falta de generosidad de la madre hacia el asesino. Acaso el origen de toda esta comprensión por el criminal tenga su origen en los años 60, cuando se veía en el delincuente un rebelde que iba contra la sociedad opresora. Quizá el relativismo cultural de no saber lo que está bien o lo que está mal; y de decir que todo depende del cristal con que se mire; y de quitarle importancia a hechos aberrantes solo porque lo hacen otras culturas, nos ha hecho llegar a una confusión moral en la que es fácil identificarse con el asesino y acusar a la víctima de falta de buenrollito, generosidad y, cómo no, de exceso de fascismo.

Libertad y responsabilidad son hechos indisociables, señores míos. Trasladar la culpa desde el individuo hasta la sociedad crea seres irresponsables que siempre le encuentran justificación a lo que hacen. Y si no, pueden recurrir a una entrevista progresista en la que al final la culpable sea Sandra Palo por no estar en su casa a las 9 de la noche. Como están las señoritas decentes.