24 de noviembre de 2010

Inmaterial



El carácter mítico e irracional de la UNESCO ha quedado demostrado con la designación del flamenco y los castells catalanes como patrimonio inmaterial de la Humanidad

Ya solo el hecho de clasificarlos en una categoría que es inmaterial dice mucho de la irracionalidad de la UNESCO y sus modos de categorización. ¿Inmaterial? Es lógico que también sea la UNESCO el organismo que protege las lenguas como si fueran seres vivos. Como si el español, el chino o el árabe fueran especies vivas al igual que un cachalote, un feto humano o una musaraña. Suelen aducir que con las lenguas se hicieron obras de gran belleza como La Divina Comedia. No reparan en que las lenguas no existen sin las personas y que son las personas quienes fabrican belleza con una lengua y no al revés. Si protegemos la lengua con que se hizo La Divina Comedia, deberíamos proteger el cincel y el martillo con que Miguel Ángel hizo La Piedad.

También es preocupante que la Humanidad sea incapaz de percibir la belleza o lo atractivo de una piedra o de un valle por sí misma y que necesite de la firma de un grupo de burócratas. Es curiosa esa necesidad que tienen tantos humanos de ver su realidad tutelada por las burocracias. Como si el hombre no se hubiera dado cuenta de la hermosura de un verso; o de la belleza de un canto antes de que se inventase la UNESCO. Pero parece que la Humanidad gusta de ser custodiada; y que un papel rubricado por un oficinista le hace sentirse mejor y más importante, porque se reconoce lo “suyo”. Un reconocimiento que tanto nos gusta en España donde siempre exaltamos la aldea. La nuestra. Nuestra aldea. Que es siempre mejor que la otra aldea de al lado.

La Humanidad –sobre todo la europea- vive pendiente de que las burocracias le den el visto bueno. Si falta trabajo, se mira hacia el Estado y se le reza al Estado para que haya trabajo. En un país como España se ve al Estado como un Dios laico. El Estado nos lo dio, el Estado nos lo quitó. Con andar resignado, el español acepta que el Estado le sustraiga, le dé una limosna y le mantenga a la espera del maná que viene del cielo y del Estado. Es normal que el mismo que espera que el Estado le resuelva sus problemas esté deseoso de que la UNESCO le confirme que su creación es buena. La UNESCO unge –como antiguamente el Papa- la frente de la cosa elegida y la autoriza a entrar en el olimpo de los selectos.

Las lenguas existían y servían para insultar, amar y reír mucho antes de que los burócratas decidieran proteger lo que nunca antes había sido protegido. Por el sencillo motivo de que son los seres humanos quienes insultan, aman y ríen. Pues fue el hombre quien hizo la Catedral de León, o la de Peterborough donde está enterrada Catalina de Aragón.

Pero fueron individuos quienes soñaron con emular a su dios e hicieron acueductos, catedrales, cuadros, esculturas, libros, Internet, aviones y satélites. El ser humano está tan cómodo en el regazo de las burocracias que se olvida de que fue el individuo –y no el Estado o la UNESCO- quien lo hizo conquistar la sabana, derrotar a los Neandertales; forjar el hierro y descubrir la vacuna contra la viruela. Es el individuo –ya sea codicioso, hambriento o soberbio- quien tira del carro de la Humanidad. Y no los acomodados burócratas. Pero el individuo ha pasado de delegar en Dios a delegar en el Estado o la UNESCO.   

Como si el individuo renegase de sus logros y pareciera un tembloroso acobardado cuya existencia fuera imposible sin las burocracias. Las crisis nos recuerdan que el individuo siempre salió adelante, a pesar de los obstáculos que se encontró, cuando no había burocracias que lo guiasen por la inmensidad del universo.

Las clasificaciones que da la UNESCO serían inocentes si no fueran tan peligrosas. Las prebendas que otorga la UNESCO son dañinas y purulentas para quienes las reciben porque unifican, degradan y anulan. La UNESCO es un claro exponente del relativismo cultural: ese dogma/creencia/mantra/muletilla de que el bien y el mal ya no existen. Y como el mal y el bien ya no existen, tampoco se discierne entre lo bueno y lo malo. El relativismo es otra de las aspirinas que tiene Occidente para no verse obligado a presumir de su superioridad. Como Occidente se avergüenza de haber creado el mundo más libre y avanzado, se acurruca, se tapa  y clama -desde debajo de la manta- que una teocracia es comprensible, porque es otra cultura. He ahí el vocablo brujo: cultura. Cualquier estupidez se disculpa, si se hace en nombre de la cultura. Como la caca enlatada de Piero Manzoni; o las multas lingüísticas que pone la Generalitat; o que se obligue a los hoteles catalanes a servir desayunos catalanes. Todo en nombre de la cultura.

Lo malo del relativismo es que concluye significando que vale lo mismo Darwin que Jehová. Hemos arrinconado al dios cristiano hasta el k.o, para cebar a un Alá gordo y hermoso.

El relativismo tiene la sesera tan hueca que afirma que vale lo mismo los dedos de Paco de Lucía que 20 señores trepando uno sobre otro. La complejidad del flamenco y, por ende, de Paco de Lucía puede entenderse mejor con la labor de su luthier. El relativismo dice que es lo mismo esto:


…que esto


Como tampoco es lo mismo esto:


…que esto




3 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que le ha cogido ganas después de tantos meses sin escribir.

Sobre este tema pense lo mismo que usted cuando vi la noticia. Hoy en dia cualquier cosa es ya patrimonio de la humanidad. Por cierto, enhorabuena por su programa de radio que aunque sea pequeño se hace notar.

Un saludo

Juan Pablo Arenas dijo...

Muchas gracias por tomarse la molestia de pasarse por estos predios. Yo creo que habría que preguntarse para qué sirve la UNESCO.

Hacemos lo que podemos. Gracias por sus ánimos.

Tobias dijo...

JP, recuérdame cuál es tu horario en el aire, para escucharte diciendo verdades como puños ideales para la práctica del fisting (cómo se traduciría esta práctica al castizo?).
La UNESCO sirve para dar de mamar a los que lloran porque no valen para otra cosa, vaya preguntas ;)
T